Laboratorio Piel tecnológica

[…] Dentro de la matriz que integran las preguntas de la sociedad, el
yo, la materialidad y la conciencia, hay una variedad de cinco ejes
involucrados: amplificar el pensamiento (desarrollo de conceptos),
compartir conciencia (procesos colaborativos), estructuras semillas
(organismos auto – organizables), crear metáforas (encaminar el
conocimiento), y construir identidades (auto-creación).
Roy Ascott

El Laboratorio Piel Tecnológica forma parte ahora de la Compañía  Bioscénica. Se inició gracias al apoyo del PADID 2012 (PROGRAMA DE APOYO A LA DOCENCIA, INVESTIGACIÓN Y DIFUSIÓN DE LAS ARTES) , se enmarcó en el Translab —que a su vez se desarrolló dentro del Programa de Investigación y Experimentación Medialab del Centro Multimedia del CENART— de 2009 a 2013. Translab fue un laboratorio multidisciplinar, teórico-experimental donde se investigaba sobre la dupla artes performáticas & tecnología.

Hoy continúa en el marco de LabCet y LabCo de Bioscénica.

En concreto, la línea Piel tecnológica exploró la construcción de interfaces biofísicas de contacto y vestuarios interactivos, esto es, dispositivos portátiles y flexibles (wearable computing) capaces de generar propuestas audiovisuales a partir de traducir los signos vitales.

Somos un grupo de artistas y científicos involucrados en la investigación transdisciplinar por medio de las artes, las ciencias, la tecnología y los nuevos medios con el objetivo de crear nuevas formas de relación, creación artística y conocimiento. Nuestra creación parte de construir plataformas integrales de acción en las cuales la tecnología está implícita desde el orígen y donde el cuerpo digital es tanto bioarte como cuerpo escénico.

El concepto de prótesis propone ampliar el concepto más allá de la separación cuerpo-mente cartesiana para abordarlo desde una lectura más abierta. La revolución tecnológica del último siglo ha generado una dislocación discursiva sin precedentes en la historia del arte escénico. El desarrollo de dispositivos ergonómicos inteligentes están llevando la comunicación hombre-máquina a grados insospechados.
Internet ha modificado la noción de distancia y espacio transformando el cuerpo en organismo multiproyectado y omnipresente.
Las interfaces biofísicas, la telemática, los sistema de redes, usan como materia plástica un continnum de energía vital, dislocan el cuerpo y enlazan otros entes entre sí. Ahora nos enfrentamos a un nuevo
espectro de las artes vivas y performáticas cuyas particularidades, noblezas y enigmas se confrontan en esta discusión.
Susan Kozer en Closer se refiere a la piel como la frontera física donde la tecnología llega al nivel más próximo en su cercanía con el cuerpo. Más allá de este contacto, la tecnología también puede traspasar el cuerpo, desde la ciencia médica y espacial se ejemplifican diferentes dispositivos.
La pertinencia de estudiar este concepto dentro de las artes performáticas, es el análisis,
problematización y desarrollo de instrumentos afines a la primera línea temática prótesis puesta en relación con el cuerpo vivo, tales como: wearable computing, interfaces de contacto y circuitos flexibles.
La exploración de dichos dispositivos tecnológicos parte de la búsqueda de posibilidades expresivas o dramatúrgicas que puedan enriquecer el hecho escénico. Las posibilidades son infinitas si consideramos
todos los factores medibles susceptibles de ser traducidos en significados. En este sentido el gesto y la metáfora son indisociables del uso creativo de la tecnología, y por ende los resultados expresivos también
son campo de estudio.
La “piel tecnológica” pone en consideración algunos factores cuantificables tanto externos como internos, visibles o imperceptibles: la voz, el movimiento, la respiración, la humedad, la temperatura, la presión
sanguínea, el pulso cardiovascular, entre otros. Pueden ser medibles vía óptica, vía cutánea e incluso vía subcutánea.
La propuesta es retomar la línea de investigación sobre “piel tecnológica” con especialistas que hayan in, cuyo planteamiento fue previamente esbozado con David Cuartielles y trabajado junto con el Taller de
Robótica; posteriormente adoleció de continuidad.

Justificación:

El cuerpo es la materia prima de las artes performáticas es el transmisor de emociones, de historias es el “actuante”, la piel es su órgano más grande o cual abre un abanico de posibilidades escénicas. Una de las
líneas temáticas planteadas del t ranslab es la prótesis, la extensión del cuerpo y el proyecto de experimentación “piel tecnológica” retoma investigaciones iniciadas en el centro desde su inicio con un
gran potencial para manejar los elementos escénicos desde el propio cuerpo como el Alacrán del Cántaro de Roberto Morales, Tutú de Tania Aedo por mencionar algunos. Esto puede generar una
diversas herramienta para trabajos unipersonales o performáticos de vanguardia. Ya existen dispositivos en ropa que miden los signos vitales del cuerpo, la idea no es partir de cero sino de
retomar la tecnología ya existente para adaptarla y transformarla a una “segunda piel”.
La primera propuesta artística es un dueto performático con vestidos interacivos que puedan hacer visible los latidos del corazón de las actuantes y del público a través de sensores de pulso concectados a un microcontrolador para mandar la señal a leds que distribuyan por medio de fibra óptica en el vestido colores generado según la frecuencia cardiaca. Así esta segunda piel almacena los latidos cual órgano viviente y reflejo colectivo del más íntimo secreto: la vida.
Esta propuesta de llama empatía y se presentará en La Celda Contemporánea de La Universidad del Claustro de Sor Juana en la Ciudad de México en octubre del presente año.

Marco teórico

Piel y tecnología se amalgaman, se interpelan, se hacen una sola.

Y este hallazgo resignifica el cuerpo: lo torna ‘cuerpo virtual’, lo elonga, lo amplía, cataliza una nueva fenomenología escénica emanada al entrelazarse artes performáticas y tecnología digital (en concreto, nos referimos a lo que Steve Dixon llama ‘digital performance’, ámbito que nos ocupa). Quedan así pulverizados los tradicionales confines del cuerpo y de la conciencia de éste, sobrevienen formas enriquecidas de percepción y modelos disidentes de entender la corporeidad más allá del corsé de la normatividad moderna.

Piel y tecnología en una poética del encuentro.

Y desde este cruzamiento acontecen experiencias artísticas que permiten novedosas formas de comunicación —facilitando algo más nuestra insondable necesidad de narrarnos— y de empatía, se refuerzan las herramientas para seducir y entender a esa alteridad agencial que es el público.

El proyecto Piel tecnológica, que ha contado con el apoyo del PADID, se enmarcó en el Translab —que a su vez se desarrolló dentro del Programa de Investigación y Experimentación Medialab del Centro Multimedia del CENART— de 2009 a 2013. Translab es un laboratorio multidisciplinar, teórico-experimental donde se investiga sobre la dupla artes performáticas & tecnología. En concreto, la línea Piel tecnológica explora la construcción de interfaces biofísicas de contacto y vestuarios interactivos, esto es, dispositivos portátiles y flexibles (wearable computing) capaces de generar propuestas audiovisuales a partir de traducir los signos vitales.

El ámbito de investigación que supone el proyecto Piel tecnológica hace dialogar a lo artificial con la carne, y redimensiona así la inherente labor mediadora de la piel, pues la prótesis interactúa con nuestros indicadores biológicos, con esos rastros vivenciales e íntimos como son el pulso, la voz, el movimiento, la respiración, la temperatura, incluso con nuestra neurotransmisión, haciéndolos inteligibles, descifrándolos y logrando que reverberen certezas allí donde piel a secas tan sólo era tornasolada; creando así una piel tecnológica con una expresividad multiproyectada, una dislocación discursiva determinante en la historia del arte escénico. Las interfaces biofísicas, la telemática, los sistemas de redes, usan como materia plástica un continnum de energía vital, y este desarrollo de dispositivos ergonómicos inteligentes está llevando la comunicación hombre-máquina a grados insospechados y de inmensa elocuencia.

No hablamos aquí del cyborg y su ontología híbrida —sino de un cuerpo virtual, de cómo lo biológico establece una causalidad recíproca con la prótesis—, pero tomemos la expresión celebratoria de Donna Haraway al decir que la guerra fronteriza entre máquina y organismo ha terminado. Festejemos la belleza de un cuerpo insolente con sus propias limitaciones, indómito con sus contornos, de una piel tecnologizada que reinvindica su voz intersticial. No temamos a la prótesis, de uno u otro modo siempre estuvo ahí: ya José Luis Brea sugería en su manifiesto Cultura_RAM que la propia escritura es un artefacto protésico de nuestra memoria. La prótesis es un elemento de poieis, un asombroso ejecutor de posibilidad.

Es tiempo de adquisición sin pérdidas y hemos de entender estos dispositivos como altavoces de nuestro gesto y como hacedores procesuales de nuevo material simbólico, de nuevas metáforas. Sin duda, son dispositivos protésicos transmisores de significado. En este sentido el gesto y la metáfora —ejes temáticos del Translab— son indisociables del uso creativo de la tecnología. Ante ello aparecen interrogantes como los siguientes:

¿Qué posibilidades artísticas surgen de la extensión, disolución y desdoblamiento del cuerpo-presencia? ¿Qué poéticas emergentes devienen del gesto en su conjunción con la tecnología? ¿Cómo se reconfigura el gesto corporal y su intención a partir del uso tecnológico? ¿Cómo se establece la relación empática espectador-performer al surgir entre ellos códigos expresivos inéditos? ¿Qué relaciones simbólicas se establecen en escena al intervenir la tecnología, cuando el medio ya no sólo es un contenedor de significado, sino un generador de éste? ¿Cómo enlazar todo esto con la reminiscencia histórica del ritual? ¿Cómo articular simbólicamente en nuestra visión de mundo las nuevas realidades que el diálogo cuerpo-técnica —a modo de demiurgo— está originando?

Este binomio entre lo tecnológico y lo performático detona vertiginosamente formas imprevistas, y el laboratorio de investigación que implica el proyecto Piel tecnológica se nos presenta como un espacio donde elaborarlas, formularlas, analizarlas, donde articular su pertinencia epistémica y social, donde explotar su potencialidad creativa. En su libro Closer, Susan Kozel apunta la necesidad de tejer marcos conceptuales y metodológicos para alambicar la realidad surgida al integrase los dispositivos digitales con el cuerpo actuante. El cuerpo virtual ha de antojársenos como un entorno nuevo (anhelada noosfera) y, como sugiere Fernando Broncano, la exploración de estos entornos se convierte en una tarea necesaria de extrañamiento y epifanía de nuestro hábitat informacional, «algo que nos permite reubicarnos en la tarea de estar dentro y fuera de la cultura, como productores y como críticos de ésta.»

Beatriz Marcos

Proyectos

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